Dolor Crónico

El dolor se clasifica, según su duración, en dos tipos principales: agudo y crónico. El dolor agudo es una señal de que el cuerpo ha sufrido una lesión y, por lo general, desaparece a medida que el cuerpo se recupera. El dolor crónico, por otro lado, persiste durante un período prolongado, a veces meses o incluso años, y puede afectar la capacidad de una persona para realizar sus actividades diarias. Además, la duración prolongada del dolor crónico puede provocar problemas emocionales como baja autoestima, depresión e ira, lo que a su vez puede intensificar la percepción del dolor.

El dolor crónico no siempre desaparece del todo, pero eso no significa que no puedas mejorar.
En muchos casos, el sistema nervioso ha cambiado su manera de interpretar las señales del cuerpo, volviéndose más sensible. Esto no indica daño, sino protección excesiva. Algo que viene interpretado desde el cerebro, no desde los tejidos. Por ello, tus pensamientos y emociones influirán en tu percepción del dolor

Por eso, en la fisioterapia en el dolor crónico el objetivo principal no es “quitar el dolor a toda costa”, sino ayudarte a volver a vivir, moverte y hacer tus actividades con seguridad, confianza y autonomía, incluso aunque el dolor siga presente en algún grado.

Mi enfoque se basa en acompañarte para que entiendas tu dolor, reduzcas la sensibilidad, recuperes movilidad, fuerza y control y puedas retomar aquello que el dolor te ha ido limitando, desde tareas diarias hasta actividad deportiva.

Nutrición y dolor persistente: un apoyo que marca la diferencia

El dolor crónico es multifactorial, y la alimentación puede influir más de lo que pensamos.
Un plan nutricional adecuado puede ayudarte a:

Reducir la inflamación crónica de bajo grado, muy común en dolor persistente.
Mejorar energía, sueño y recuperación, claves para disminuir sensibilidad al movimiento.
Favorecer pérdida de peso (si es necesaria), lo que reduce carga en articulaciones como rodillas, caderas y columna.
Regular glucosa, sistema inmune y microbiota, factores que se relacionan con dolor y fatiga.
Aumentar masa muscular y fuerza, esenciales para tolerar mejor la actividad diaria.

No se trata de hacer una “dieta estricta”, sino de encontrar una alimentación que te ayude a sentirte mejor, moverte mejor y que apoye tu proceso.

¿Para quién es este enfoque?

Personas con dolor persistente.
Dolor que limita en el día a día, actividades básicas y/o deporte.
Dolor que se mantiene a pesar de pruebas, radiografías o resonancias “normales”.
Fibromialgia, artrosis, artritis u otras patologías que cursen con dolor persistente
Dolor que aumenta con la tensión, el estrés o el movimiento.
Casos donde “nada funciona” o el dolor vuelve una y otra vez.